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México–una nación que diciente: la larga noche de Tlatelolco a Iguala

En octubre de 1968, diez días antes de los Juegos Olímpicos de Verano en la Ciudad de México, más de diez mil estudiantes se reunieron en la Plaza de las Tres Culturas en el barrio de Tlatelolco para protestar contra las políticas represivas del gobierno contra trabajadores, agricultores, sindicatos y organizaciones populares; y también para oponerse al gasto irresponsable de recursos nacionales para financiar los Juegos Olímpicos—en detrimento de los programas sociales necesarios. El gobierno de Gustavo Díaz Ordaz respondió disparando desde helicópteros y tanques matando a más de 300 estudiantes.

Esta masacre permanece viva en la memoria colectiva del movimiento estudiantil mexicano y latino-americano. En las ultimas décadas también ha permeado muchas expresiones culturales mexicanas en las artes, el cine y la literatura, un ejemplo de esto es la novela de Elena Poniatowska La noche de Tlatelolco. (Ella es el último ganador del Premio Cervantes, el equivalente al premio Nobel de la literatura hispano-americana.) Fue en medio de la organización de un evento para conmemorar en la ciudad de Iguala sus camaradas caídos hace 46 años en Tlatelolco, que 43 jóvenes estudiantes de pedagogía de la cercana ciudad de Ayotzinapa fueron secuestrados por fuerzas policíales siguiendo órdenes de los funcionarios públicos, asesinados a sangre fría, y luego incinerados en una pira macabra que ardió durante más de 14 horas. Según The Guardian (Domingo, 09 de noviembre 2014), los restos remanentes “fueron recogidos en bolsas de plástico y arrojados en un río cercano”. La octogenaria (82 años) Elena Poniatowska, volvió a revivir su indignación ayer en Miami, donde se encuentra para inaugurar la Feria del Libro en Estados Unidos, denunciando en la televisión hispano-parlante la masacre de los estudiantes con estas cáusticas palabras :

Que 43 personas sean asesinadas de esta manera, pero no sólo asesinadas, sino  que además fueran quemadas en un basurero, como basura, como si fueran          mierda.

En respuesta a la masacre, enormes manifestaciones de protesta con cientos de miles de participantes se han organizado a lo largo de las ciudades más grandes de México, pueblos y pequeñas aldeas para protestar este nuevo crimen. Mientras que su país muestra indignación legítima y exige justicia, Enrique Peña Nieto, el actual presidente mexicano, ha decidido no interrumpir los nuevos Juegos Olímpicos del capitalismo mexicano y continuar su planificada gira a China y Australia. Mientras que el pueblo chino se han mantenido en silencio bajo la vigilancia del estado y su presidente Xi Jinpin (Recuerdan protesta la plaza de Tiananmen en 1989?); en Australia, durante la visita de Peña Nieto han tenido lugar numerosas protestas por los estudiantes desaparecidos y exigiéndo la renuncia del presidente mexicano.

El Muro de Berlín a la American y los Mexicanos como “el otro”

No es casual que 680 millas de muro fronterizo, a un costo cercano a los 50 mil millones de dólares se han erigido a lo largo de la frontera mexicano-americana en los Estados de California, Arizona, Nuevo México y Texas; supuestamente para detener inmigrantes indocumentados y contrabandistas (irónicamente, en algún momento histórico todos esos estados solían ser parte de México). El muro fronterizo es un testimonio arquitectónico cultural y una muestra inequívoca de cómo fuerzas conservadoras, fundamentalmente blancas de los Estados Unidos caracterizan a “el otro” en el sur de la frontera, a través de un discurso que asume la ilegalidad innata por razones geográficas y por el color de la piel. Simultáneamente, como lo hacen todas las paredes, la pared fronteriza sirve también como una barrera hacia el mundo exterior que afirma y refuerza el aislamiento y la estrechez de miras de los EE.UU. frente a otros países. Esta doble función de distorsión y aislamiento, han sido visibles en las formas en que la prensa estadounidense ha cubierto los últimos acontecimientos en México, centrándose exclusivamente en la descripción de la violencia sin un análisis de las fuerzas detrás de la misma y de sus beneficiarios en ambos lados de la frontera. También ha ignorado sistemáticamente la lucha disidente masiva y persistente del pueblo mexicano contra el status quo.

Como complemento de esta doble función, el muro de la frontera sirve como instrumento implícito de demarcación y purificación ideológica, destinado a crear la ilusión entre los estadounidenses de que la ley y la no violencia reside a este lado del Río Grande, ignorando así la gran magnitud del aparato militar de hombres y equipo, integrado por fuerzas armadas oficiales federales y estatales, así como por voluntarios de extrema derecha y vigilantes a lo largo de la frontera. El muro de la frontera con sus enormes bloques de concreto y la vigilancia electrónica en sus altas vallas de hierro es el nuevo símbolo icónico de la América contemporánea. Se ha substituido La Estatua de la Libertad con 680 millas de alambre de púas.

No es el propósito de este artículo el hablar de otros efectos del muro en la frontera que obligan a los migrantes a tomar rutas desérticas peligrosas; o su patética falta de efectividad demostrada según ‘Sin Fronteras-Wall .com’, por el hecho que 97 por ciento de quienes intentan cruzar la frontera entre Estados Unidos y México, finalmente tienen éxito entrando al país. Más bien mi propósito es llamar la atención sobre la forma en que México y su gente han sido criminalizados y tipificados en la mentalidad americana a través de la erección de estructuras físicas tangibles como el muro fronterizo, el racismo persistente en la cultura americana, la explotación económica de los inmigrantes sometidos a puestos de trabajo mal pagados y considerados ‘inferiores’, así como los informes de los medios que nos presentan un retrato de un México fuera de control, una tierra violenta dirigida por funcionarios corruptos y por narco-traficantes. Los informes sobre la masacre de los estudiantes en Iguala el mes pasado es un ejemplo de este enfoque en el sentido de que ha dejado de lado un importante rasgo histórico nacional del pueblo mexicano: su capacidad de disentir y luchar contra las duras condiciones impuestas por el capitalismo. Un capitalismo que en su forma actual es directamente condicionado por los intereses estadounidenses en la región.

México: Una Nación Disidente

Si, como se mencionó anteriormente, la masacre de Tlatelolco vive en la memoria colectiva de los estudiantes y el pueblo latinoamericano; también viven en esta memoria la larga tradición revolucionaria y disidente de la historia mexicana contemporánea. In 1910, México fue el primer país en el mundo occidental en organizar una revolución agraria armada (de la cual Lenin y Mao, aprendieron más de una cosa en 1917 y 1949, respectivamente); los años 30’s y 40’s caracterizaron a México por altos niveles de organización y movilización obrera y campesina; en el pasado los intelectuales escritores mexicanos, poetas, pintores, muralistas, etc. jugaron un rol influyente en la cultura sur-americana y continúan haciéndolo en el presente; de igual modo Ejército Zapatista de Liberación Nacional, nacido en 1994 y sigue activo hoy en una lucha anticapitalista y en favor de los pueblos indígenas de México y por la reforma de la actual constitución política mexicana.

Pero aun más importante, este artículo rinde homenaje al pueblo mexicano que a través de décadas de adversidad social—creada por una alianza de beneficio mutuo entre las clases dominantes capitalistas tradicionales mexicanos y los carteles de la droga como nuevos miembros de esta clase, (Esta distinción es importante porque la economía del narcotráfico existe estrechamente integrada en la economía mexicana), y las fuerzas armadas oficiales y no-oficiales en el país—todavía persiste en su disidencia y cuestiona la violencia generada por el sistema de dominación existente como lo demuestran las decenas de mítines y marchas públicas de protesta ocupando las calles y plazas de Mexico.

He elegido como un ejemplo final de la larga ascendencia de disidencia en México, partes de un poema de Javier Raya que con la elocuencia y la figuración combina en una forma popular, su subjetividad individual con sentimientos sociales más amplios.

Disentimientos de la Nacion

Yo disiento tu versión de la salud

como una enfermedad que se cura a balazos.

Yo disiento de tu versión de la educación

que deja a las mentes más brillantes

de mi generación

condenadas a empleos de telemarketing

o viviendo con sus padres hasta los 30,

cogiendo sin hacer mucho ruido

 

El único lujo de los jóvenes ha sido la esperanza

e incluso la esperanza nos la venden a crédito y cara,

nos ven la cara como se la vieron a nuestros padres

 

Disiento, cuando me dices

que las 121 mil muertes hasta el año 2014

y contando

son bajas colaterales

 

Disiento cuando me dices

que los muertos caben en una cifra, en un costo,

en un gasto de producción de la paz.

 

Disiento cuando me dices

que la violencia creciente

es en nombre de la felicidad,

de la unidad, y la prosperidad nacional.

 

Yo sé que todo va a estar bien

porque no soy solo yo,

porque somos muchos,

y nos aseguraremos de que todo va a estar bien.

 

Enrique Quintero, un activista político en América Latina durante la década de los 70, enseñó ESL y adquisición de segundas lenguas en el Distrito Escolar de Anchorage, y español en la Universidad de Alaska Anchorage. Actualmente vive y escribe en Olympia.

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