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Identificación en Estados Unidos

La política de identidad y de los candidatos Republicanos

Como sucede con todos los buenos partidos conservadores y reaccionarios, el Partido Republicano siempre llega años después de la partida del tren de ideas transformadoras. Tal vez debido a este atraso intelectual axiomático tan característico de dicho partido, o para ser más precisos, debido a los intereses de clase que el partido representa, la versión actual de las políticas de identidad electoral de los republicanos refleja la duplicidad de su organización política, pero también constituye una invitación para reflexionar sobre las complejas cuestiones sobre raza y clase en los Estados Unidos de hoy.

La Nueva Cara Pública Republicana

En general, los dos partidos mayoritarios en los EE.UU. tienen el tipo de miembros que se merecen, y cada cuatro años somos testigos de la introducción de sus mejores nuevos debutantes en el mercado electoral por la presidencia (de acuerdo, algunos de estos candidatos como Donald Trump, han ensayado este ritual más de una ocasión). Las apariciones públicas oficiales de ‘la nueva cara del partido’ llegaron al público a través de los últimos debates televisados, los cuales parecen estar organizados como la emulación digital contemporánea de un circo prehistórico siniestro. Por supuesto hay diferentes maneras de ver e interpretar este evento, el más común es escudriñar las contradicciones presentes en las actuaciones políticas y retóricas de los candidatos. No hay nada malo con eso, todo lo contrario: si contradicciones e inconsistencias tienen una temporada de cosecha, esta sin duda tiene lugar dentro del fértil terreno de los debates del Partido Republicano y vale la pena reportar su contenido. Pero tan importante como el escrutinio de las afirmaciones contradictorias de sus candidatos es el analizar la nueva “óptica” ofrecida por el Partido Republicano a los espectadores estadounidenses.

A primera vista parecería que estamos ante un partido que ha resuelto con éxito la mayor parte de los temas de la política de identidad y representación, habiéndose convertido en una entidad genuinamente multicultural. Esto es lo que vimos en la televisión: además de los tradicionales “elementos masculinos blancos”, encontramos un contendiente negro en la figura del respetado neurocirujano Ben Carson, un representante del género femenino en Carly Fiorina, y dos candidatos latinos de segunda generación en Marco Rubio, y Ted Cruz. El simbolismo semiótico-político de este nuevo conjunto parece sugerir que el Partido Republicano representa la mayoría de los estadounidenses. El aspecto de este nuevo conjunto ha sido cuidadosamente diseñado para ayudar a los blancos (un grupo que nunca ha experimentado un déficit de representación), así como las mujeres, los negros y los hispanos, a que se sientan cómodos votando por el partido, porque están “representados” por uno de los candidatos del equipo electoral. El circo del debate representa la política de identidad en su peor momento, porque implica que el proceso electoral nacional debe basarse o ser motivado, por los efectos visuales de la identidad de grupo en lugar de un análisis de los problemas esenciales.

¿Cómo funciona la memoria de América?

Borges, el gran fabulista argentino, escribió una vez la historia de “Funes el memorioso”, un personaje joven que está paralizado como consecuencia de un desafortunado paseo a caballo, debido al cual desarrolla al mismo tiempo una capacidad infinita y atroz para recordar todo detalle, pero es incapaz de captar ideas abstractas. Muchos de los defensores de la política de la identidad (tanto en la derecha como de la izquierda) parecen olvidar convenientemente dos hechos bastante recientes que constituyen un reto importante, pero al mismo tiempo ayudan a dilucidar las actuales políticas entorno a la identidad: la elección presidencial en el 2008 de un hombre negro, así como su re- elección en el 2012, han tenido muy poco impacto en la mejora de la calidad de vida de las personas afroamericanas. Por el contrario, su condición colectiva (así como la del 99 por ciento de las personas en el país) se ha deteriorado y la brecha de la desigualdad entre ricos y pobres sigue creciendo. La aparición del movimiento “Black Lives Matter!” mientras un presidente negro dirige el gobierno, constituye un recordatorio cáustico sobre la limitaciones de la política de la identidad dentro de un estado capitalista.

Después de años de larga y dolorosa lucha, los justos e innegables derechos de personas LGBTQ, finalmente parecen que han ganado el reconocimiento que se merecen como lo demuestra la sentencia el 26 de junio 2015 la Corte de Estados Unidos, que garantiza el derecho de las parejas del mismo sexo a contraer matrimonio en los 50 estados de la unión. Tan importante, necesaria e inmediata como es esta decisión, sin embargo ocupa un espacio en la sociedad que no desafía ni altera las condiciones estructurales económicas y sociales de desigualdad en América. De acuerdo, ahora un ciudadano (a) negro(a) puede ser elegido(a) presidente. De acuerdo, ahora si la gente gay puede casarse y es positivo, pero por otro lado el 99 por ciento de desposeídos siguen siendo desposeídos. Si enfatizamos la política de identidad y nos olvidamos de la política de clase, vamos a pasar por alto los problemas políticos reales y las condiciones materiales del país en el que todos vivimos. Necesitamos cambios sociales que puedan afectar tanto las profundas estructuras económicas de la sociedad, así como sus prácticas e instituciones culturales; de lo contrario, vamos a terminar en una situación similar a la del personaje de Borges, capaz de recordar todo (reconocer formalmente a cada grupo de identidad), pero incapaces de entender nada (cómo funciona realmente la sociedad).

El ultimo Carro Alegórico del Desfile

Si la historia es un indicador, y la evidencia empírica tiene valor, no parece exagerado afirmar que el Partido Republicano (seguido de cerca por los demócratas) han sido directamente responsables del diseño, construcción y operación del modelo de injusticia social vigente en el sistema Americano. Las cuestiones relacionadas con la disparidad de clase y las tergiversaciones de las políticas de identidad han impregnado ambos lados de la trágica y aburrida dicotomía del sistema partidario estadounidense. La mayor parte de las reformas que buscan desafiar esta situación han surgido de las organizaciones de base ubicadas con frecuencia fuera de estos partidos. Para que quede claro, la cuestión clave no es que históricamente, las mujeres, los negros, los latinos, nativos americanos, o personas LGBTQ carecían de reconocimiento. Lo fundamental es que en el proceso de obtener dicho reconocimiento, cada grupo ha sido identificado, conocido, aceptado, cínicamente apreciado y reconocido, como parte integrante del sistema capitalista estadounidense, que a su vez es siempre ha estado interesado en su explotación económica o cultural. Lo que nunca ha sido completamente reconocido, para cualquier grupo que ha luchado, y continua luchando, por reconocimiento en los EE.UU., son su humanidad, sus derechos, y la injusticia económica de su situación. Tampoco han sido identificados los responsables de tales condiciones .

Si entendemos a la sociedad a partir de una combinación de clase, política y perspectivas culturales, no hay que sorprenderse al descubrir que entre los nuevos representantes que flotan en el último desfile de la política de la identidad republicana, el candidato negro (Carson) se opone a los derechos de musulmanes para ser elegidos, una medida que equivale a la defensa de un estado teocrático (judeo-cristiano), o que los dos latinos se oponen a la amnistía y derechos de ciudadanía para los hijos e hijas de los trabajadores inmigrantes, o que la mujer en el equipo (Fiorina), sabotea el derecho de otras mujeres a tener control sobre sus propios cuerpos. Lo más importante, es que ninguno de ellos jamás cuestiona las raíces estructurales de la desigualdad en América localizadas en un modelo económico defectuoso. Si hay una identidad de grupo que todos los once debutantes republicanos comparten, no está determinada por la raza o el origen étnico de los mismos, sino por ser los mas recientes públicos aduladores del capitalismo. Si no actuamos para cambiar esta realidad absurda, en cuatro años vamos a ver el desfile nuevamente lleno de carros alegóricos que llevan nuevos pero similares debutantes al mercado electoral.

Enrique Quintero, un activista político en América Latina durante la década de los 70, enseñó ESL y adquisición de segundas lenguas en el Distrito Escolar de Anchorage, y español en la Universidad de Alaska Anchorage. Actualmente vive y escribe en Olympia.

 

 

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