El encanto de lo repulsivo
De acuerdo con un reciente artículo en The Economist, Hillary Clinton “es reconocida como la segunda candidata presidencial más impopular en la historia del país, el primer lugar es ocupado por su oponente republicano Donald Trump”. Este desagrado sin precedentes de ambos candidatos se ilustra en el caso de Clinton, por una encuesta reciente conducida entre votantes blancos y no blancos registrados en los U.S.A; los cuales con un porcentaje de más del 56 por ciento respondieron «no» a la pregunta ¿Cree usted que Hillary Clinton es honesta? En el caso de Donald Trump, su impopularidad parece estar generada por los comentarios insultantes o incoherentes del candidato dirigidos a ciertos grupos electorales importantes. Eliot Weinberger, en un artículo político–humorístico para el London Review of Books, enumera más de cuarenta categorías objeto del bien suplido léxico de vulgaridades de Trump.. Entre estos grupos encontramos—el lector debe tener paciencia conmigo por la larga lista – las mujeres, los mexicano-americanos, afroamericanos, por musulmanes estadounidenses, chinos-americanos, los modestos, los amantes de la paz, los atraídos por la moral, los atraídos por la lógica, las educados, los no violentos, los científicos, los sujetos con inclinaciones gastronómicas especificas, los que carecen del sentido del humor, los miembros de “Gold Star”, los proclives a la precisión matemática, etc.,etc. Por nombrar sólo unos pocos. (Para una descripción completa, véase el ensayo de Weinberger en la edición de octubre 20, 2016)
La pregunta que viene a la mente es por qué los estadounidenses parecen estar listos y dispuestos para emitir su voto y elegir uno de estos dos cuestionables e impopulares personajes políticos como el líder del país durante los próximos cuatro o más años. Aunque hay muchas posibles explicaciones para la existencia de este fenómeno singular de la política Americana (un profundamente arraigado sadomasoquismo, o un pragmatismo sub-desarrollado y mal orientado pero igualmente arraigado) Pero en esencia, en su mayoría, este comportamiento electoral tiene que ver con la eficacia de la ideología capitalista y el consiguiente adormecimiento de la conciencia política de los electores a través de los medios de comunicación hegemónicos. Vale recordar aquí el señalamiento de Heber Marcuse hace unas pocas décadas,
“La movilización total de todos los medios de comunicación par la defensa de la realidad establecida ha coordinado los medios de expresión hasta el punto donde el contenido de una comunicación trascendente sea técnicamente imposible”.
El mensaje de Marcuse es tan sombrío como el que mas, pero describe con certeza las prácticas de sumisión y auto-alienación soportadas por el electorado de Estados Unidos en las últimas décadas. Hemos sufrido el encanto de un un sistema en el cual elegimos candidatos repugnantes a pesar de que los despreciamos por buenas razones. Sin contar el echo que un voto por cualquiera de ellos se alinea con la lógica de los beneficiarios del sistema y no con la lógica de seres humanos en busca de libertad y justicia social.
Menage a deux
La independencia del electorado estadounidense se perdió a finales de la década de 1930 como consecuencia del debilitamiento del movimiento obrero que fuera traicionado por Roosevelt, junto con la persecución y la represión violenta de socialistas, comunistas y organizaciones trotskistas que hasta entonces habían demostrado cada vez mayor poder político y grandes habilidades organizativas. Para el año 1933, enormes marchas de trabajadores tuvieron lugar exigiendo el reconocimiento de sindicatos y otros derechos laborales . De acuerdo con la “International Socialist Review“, en 1933, hubo 1.695 paros, el doble del número del año anterior, que implico 1,117,00 trabajadores, casi cuatro veces más que el año precedente. En el año 1934, las cifras se elevaron aún más: 1.856 huelgas con la participación de 1.470.000 trabajadores “. Las huelgas de trabajadores se extendieron a Detroit, Chicago, San Francisco, Toledo, Minneapolis y otras ciudades industriales de la nación. La mayoría de las personas que votan hoy han olvidado o, más probable es que nunca lo supieron – que en la década de los 30, la izquierda estadounidense no sólo fue capaz de generar una amplia radicalización de las masas, pero también fue capaz de construir un movimiento multirracial dirigido por la lucha del Partido Comunista, tanto en ciudades del sur como del del norte, incluyendo Birmingham, en Alabama y Harlem en Nueva York, en lucha contra el desempleo, el hambre, el racismo, las políticas de contratación racistas, y el linchamiento. Antes de 1937, de acuerdo con la misma publicación, «una encuesta de Gallup mostró que al menos el 21 por ciento de la población apoyó la formación de un partido agricultor-laboral nacional, como una alternativa a los demócratas y republicanos. [Este porcentaje se elevó a] 32 tanto en Wisconsin como en Minnesota, donde los partidos agricultor-laborales independientes obtuvieron victorias importantes contra los dos grandes partidos en la primera mitad de la década. «
Este tipo de escenario político es difícil imaginar en las actuales circunstancias. En lugar de ello, hemos estado mental y políticamente atrapados, década tras década, por la dominación social del sistema de dos partidos, transformándonos en respetables zombies de la democracia liberal, pero incapaces de trascender el ménage a deux de republicanos y demócratas.
La falta de respeto epistemológico
Los partidarios de votar por Clinton en lugar de Trump, a menudo lo hacen utilizando el principio mal digerido del “mal menor” en su mas bajo común denominador. Su actitud demuestra desconocimiento acerca de las demarcaciones políticas importantes antes mencionadas y en su lugar se han convertido en defensores conscientes o inconscientes de la automatización del comportamiento electoral. Ellos no sólo perciben el panorama político como una dicotomía bipartita, pero fundamentalmente asumen que lo que es normal, o lo que es real, comienza y termina dentro del sistema de dos partidos, como si la epistemología política del capital es la única manera posible o deseable concebir el destino de la nación y el mundo de la política. También, mientras que señalan las diferencias entre los dos candidatos, a la vez se olvidan de reconocer las profundas y cuestionables similitudes entre los dos, sobre todo los interés de clase corporativa que ambos representan y la marca de nacimiento del neoliberalismo contenida en sus plataformas. Las propuestas que vienen del campo de “mal menor” asumen que otras agendas políticas más en sintonía con los intereses de la mayoría de la población son imposibles, como si las masas no pudiéramos imaginar escenarios políticos mejores y más justas formas de existencia.
Los ejemplos mencionados anteriormente sugieren que otros tipos de realidad política y diferentes formas de conocimiento y experiencias políticas han sido posibles en el pasado. Por lo tanto, no hay ninguna razón sobrenatural para qué la voluntad popular no los pueda poner en práctica nuevamente. Debemos reconocer hechos históricos y asumir la responsabilidad de haber caído bajo el hechizo de las canciones de sirena del capitalismo hoy interpretada por los dos cantantes republicanos y demócratas más recientes. El escuchar a este dúo fatídico ha nublado nuestra forma de pensar, ha disminuido nuestra libertad política, y nos hace entregar cada cuatro años, la energía transformadora del pensamiento político progresista a la mesa de cena del Partido Demócrata. Desde Jesse Jackson, hasta el mayor movimiento popular progresivo de la últimas décadas, que se aglutinaba tras de Bernie Sanders.
La historia, contrariamente a lo que muchos pueden pensar, no enseña nada por si mismo. Son la agencia y la reflexión humana sobre los acontecimientos históricos los que pueden abrir la posibilidad de aprender de los errores del pasado. En las elecciones de 2016, tenemos la posibilidad de desperdiciar el voto eligiendo uno de los dos candidatos de los partidos perennes, o elegir una alternativa diferente que demuestra nuestra voluntad y nuestra capacidad de trascender la dominación sociopolítica actual. Una sociedad mejor es posible si persistimos en la forja de un movimiento y cultura popular revolucionario e independiente. Parafraseando al revolucionario italiano Antonio Gramsci, nuestra inteligencia puede sugerir percepciones pesimistas del presente, pero nuestra voluntad debe ser la fuente de optimismo en el futuro.
Enrique Quintero, un activista político en América Latina durante la década de los 70, enseñó ESL y adquisición de segundas lenguas en el Distrito Escolar de Anchorage, y español en la Universidad de Alaska Anchorage. Actualmente vive y escribe en Olympia.
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