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Plásticos, subempleo y socialismo: La graduación del Evergreen State College 2015

Un evento festivo (en múltiples ocasiones)

Durante las ceremonias de graduación de Evergreen, por casualidad estuve sentado al lado de una joven madre italiana, sus dos hijos y su esposo sudamericano. Esta era la primera vez que ella observaba una graduación en una universidad americana y se encontraba sorprendida por el tono festivo del evento manifestado en la música ‘funky’ interpretada por la banda, los múltiple kioscos de comida pregonando hot-dogs, limonada, o mercancía comestible vegana como alternativa mas saludable, así como la informal irreverencia del modo de vestir de algunos de los graduados. Poco dispuesto a participar en un tipo de conversación tipo estudios culturales ofrecí una declaración general evasiva: “Hai Ragione, ma questa é l’America” (Tienes razón, pero esto es los Estados Unidos).

Por supuesto que ella sabía nuestra ubicación geográfica y las implicaciones culturales del territorio; sin embargo, ella continuó a señalar las diferencias entre la untuosa formalidad, o en algunos casos la falta completa de reconocimiento (algunas universidades se limitan a enviar por correo el diploma de graduación) de las instituciones europeas o latinoamericanas, frente a la alegría informal que estábamos presenciando en la Plaza Roja de Evergreen. Pero aun más importante que los elementos celebrativos de graduaciones norteamericanas, nuestra observadora europea estaba sorprendida por su frecuencia. Apenas la semana anterior había asistido a la ceremonia de graduación de kindergarten de su propia hija, así como otro acto de graduación del segundo año de secundaria en Seattle.

Ceremonias de graduación que cubren desde el jardín de infantes a niveles de post-grados parecen ocurrir en los Estados Unidos a un ritmo más frecuente y en intervalos académicos más cortos que en otros países del mundo. Tal vez esta necesidad cultural de celebración continua—o “actos de apoyo’—como lo señala la crítico del New York Times Heather Havrilesky cuando discute el libro de Julie Lithcott-Haimes’ ‘Cómo Criar Adultos: libérese de la trampa de sobre-paternidad y prepare su niño para el éxito’, se deba a la gran inseguridad gestada por la “cultura capitalista global, con su fijación inflexible en la prosperidad y el futuro.” Los estadounidenses, según Havrilesky, parecen entender el éxito en la vida como una cadena continua de logros tangibles. Si estos eventos no ocurren, entonces la vida culmina en el fracaso. En consecuencia, en América, celebramos las graduaciones tan a menudo como sea posible, como si cada acto ceremonial, con independencia de la edad del estudiante o complejidad académica del grado, nos proporcionará cierta seguridad de que un nuevo logro está en su lugar, allanando el camino a la prosperidad financiera y por lo tanto la prevención de lo que se percibe como una catástrofe existencial. Esta ilusión es agravada por un sistema educativo que en particular en los grados K-12, no presenta grandes dificultades para la promoción continua al siguiente grado independientemente del esfuerzo académico del estudiante.

Plásticos y el fin de la pobreza

En 1967, el año de filmación de la famosa película estadounidense El Graduado, Lyndon Baines Johnson, entonces presidente de los Estados Unidos, señalo en su Informe Económico al Congreso que “en términos puramente materiales, la mayoría de los estadounidenses están mejor que nunca”, y en la sección llamada “Ayudando a los de Escasos Recursos Económicos”, señaló que “Estados Unidos es el primer país en la historia del mundo lo suficientemente rico como para poner fin a la pobreza dentro de sus fronteras.” Huelga decir que, dentro de la óptica actual de desigualdad masiva en la nación, ninguna de estas dos afirmaciones es verdad. El 98% de los estadounidenses están en una condición precaria especialmente cuando se la compara con la opulencia del 2%. Si bien es cierto que los Estados Unidos sigue siendo lo suficientemente rico como para poner fin a la pobreza dentro (y fuera) de sus fronteras, la pobreza no ha terminado sino que continúa creciendo en igual medida que lo hace la desigualdad económica y social de la nación.

El optimismo del capitalismo estadounidense durante la administración Johnson es reflejado en forma patética en una de las escenas de El Graduado cuando el personaje (Benjamín) interpretado por Dustin Hoffman, después de terminar la universidad, es objeto de una fiesta de bienvenida y graduación ofrecida por sus padres miembros de clase media alta californiana. El Sr. McGuire, amigo y socio de negocios de la familia, ofrece al perplejo Benjamín el siguiente consejo no solicitado, como guía para el futuro después de la graduación:

Sr. McGuire: Sólo quiero decirte una palabra . Sólo una palabra.

Benjamín: Sí, señor.

Sr. McGuire: ¿Me estás escuchando?

Benjamín: Sí, lo escucho.

Sr. McGuire: Plásticos.

Benjamín: Exactamente ¿qué quiere decir?

Si plásticos simbolizaban el hijo favorito de la tecnología de la época, así como los valores materialistas transmitidos por un veterano miembro de una clase a un joven y potencial aspirante a la misma; entonces, como punto de de referencia, vale la pena preguntarse cuales fueron los valores transmitidos por las Autoridades y los oradores invitados a la ceremonia de graduación de Evergreen? ¿Qué mensajes ideológicos permearon sus discursos?

Evergreen College como realidad

Es seguro asumir, aunque de hecho pueden haber excepciones significativas, que el último grupo de graduados Evergreen es menos perplejo y desorientado sobre el futuro que Benjamín fue en 1967 debido a la su situación económica de la mayoría del alumnado (Durante el año académico 2013-2014 el 68% de los estudiantes recibió alguna forma de ayuda económica en forma de prestamos o becas), sumados al echo de que un gran numero de estudiantes que participan en el programa nocturno (alrededor de 500 que tienen otras ocupaciones familiares y de trabajo durante el día) han ya saboreado el fruto de otros albores de conocimiento provenientes de la producción y el trabajo. Finalmente a esto debemos añadir que el tipo de experiencias político-académicas como las descritas por el profesor Lawrence Mosqueda en este número. Todo esto coloca a los estudiantes de Evergreen en una posición más ventajosa para comprender la realidad social y dilucidar su futuro—en la medida en que el futuro se deja dilucidar.

Paralelamente, a nivel nacional, los que se graduaron de la universidad en la última década en general carecen del ‘optimismo cultural ” típico de las generaciones anteriores con respecto a las posibilidades de conseguir empleo en su área de experiencia y ser remunerados justamente. Según el Wall Street Journal, la Clase del 2014 tiene la ‘cuestionable distinción’ de ser la “clase más endeudada que nunca”, pues tiene que pagar un promedio de $ 35.000. Este hecho adquiere una dimensión más profunda y triste cuando el mismo periódico informa que en la actualidad más del 70% de los estudiantes de todo el país se endeudan con el fin de pagar los costos de la educación superior. En general, la deuda estudiantil ha aumentado en un 40% en comparación con los graduados en el año 2005; mientras que el ingreso promedio de los actuales graduados en comparación con el mismo grupo del 2005 se ha reducido en un 5%. Si hay alguna perplejidad y desorientación entre nuestros recién graduados puede ser acerca de cómo este democracia ‘lo suficientemente rica como para poner fin a la pobreza dentro de sus fronteras’—hace muy poco para resolver los problemas de la deuda estudiantil y el subempleo.

Hay una tendencia a “idealizar” instituciones de educación superior como si estas existieran más allá del “bien y del mal” del resto de la sociedad. Muy a menudo se las describe como poseedoras de atributos ‘únicos’ que los diferencian del resto. De hecho, cada institución de educación superior es única por definición – como es el caso de los individuos. Sin embargo, es más importante no centrarse en los verdaderos (o imaginarios) atributos de los colegios y universidades y tratar de entenderlos como parte de la vasta red de aparatos ideológicos del estado (y en este sentido responsables de la reproducción de la hegemonía la ideología de la sociedad) que es al mismo tiempo susceptible al conflicto, la lucha y la resistencia social. En otras palabras, las instituciones educativas representan la pluralidad de situaciones presentes en la sociedad y son formadas por la acción humana. Dentro de las instituciones educativas, la demarcación crítica es dada entre aquellos que, consciente o inconscientemente, tienden a perpetuar la ideología dominante y quienes están dispuestos a desafiarla. Lo que esto significa en la actualidad es como los estudiantes, profesores y personal adoptan posiciones particulares con respecto a la política cultural neoliberal en la educación superior. Si se subordinan o se oponen a la lógica de sumisión y el consentimiento favorecida por el sistema.

Kshama Sawant, socialismo, y la silueta austera de la vida

No es casual que Kshama Sawant fue la oradora invitada a la ceremonia de graduación de Evergreen. Su presencia representa las tendencias de resistencia social y desafío a la sumisión ideológica presente en un cierto número de estudiantes de la institución. Irónicamente, los discursos tanto del presidente (Thomas L. Purce) como del Provost (Michael Zimmerman) estaban más cerca de la irrelevancia, el primero actuando como un entusiasta MC con un regocijo sin sentido, y el segundo con el desafecto de un productor cultural interesado exclusivamente en el conteo de grados .

Vale la pena mencionar que esta no es la primera vez que Evergreen ha invitado a personas identificadas con políticas radicales. (El año pasado el orador invitado fue la activista ambiental Winona Laduke.) Además de ser miembro del Consejo de la Ciudad de Seattle, Kshama Sawant es miembro de Alternativa Socialista, una organización nacional que lucha en los lugares de trabajo, en las comunidades y en los campus universitarios contra la explotación y la injusticia. Sawant era ingeniero de software en India y obtuvo un PhD. en economía después de emigrar a los EE.UU. De acuerdo con el programa oficial de Evergreen ella “sólo acepta el salario de un trabajador medio, y dona el resto de su salario de seis cifras para la construcción de un movimiento por la justicia social”.

Como era de esperar, el mensaje de Kshama Sawant a los nuevos graduados, no presenta el futuro ni el presente de la sociedad estadounidense en colores pastel, sobre un lienzo existencial en el que tener un diploma de alguna manera es una garantía de éxito, o un pasaporte de arribo al puerto del soporífero sueño americano. El suyo fue un mensaje aleccionador que describió Estados Unidos como una nación marcada por el racismo, la asimetría social y desigualdad económica. Ella ilustro este último punto, indicando que el CEO promedio gana $7.000 por hora en comparación con el salario mínimo promedio nacional para los trabajadores que fluctúa entre $7.25 y $8.25 dólares por hora. Su mensaje a los graduados también se planteó en forma de una pregunta y una llamada a la acción: ¿Qué haría usted para cambiar el mundo? Kshama Sawant destacó entre otras cosas la importancia de involucrarse en la vida Movimiento ‘Black Lives Matter’, en acciones por Cambio Climático, en contra de la des-humanización de los pobres y las minorías, y a favor de la lucha por $ 15 dólares de salario mínimo vital.

Sawant también fue crítica de las soluciones ineficaces y románticas para el cambio, como la inutilidad política de opciones selectivas de consumo, o el escribir cartas a los congresistas. Para Kshama Sawant las condiciones sociales difíciles (la silueta austera de la vida) actualmente experimentada por la mayoría de los estadounidenses en las circunstancias actuales del capitalismo, sólo pueden cambiarse mediante la construcción de un movimiento social exitoso. Si ‘plásticos’ fue el mensaje del código cultural dado a los graduados de la clase media alta de 1967, el socialismo y la construcción de un partido representativo del 99% fue el mensaje entregado a los graduados de Evergreen en el verano del 2015.

Enrique Quintero, un activista político en América Latina durante la década de los 70, enseñó ESL y adquisición de segundas lenguas en el Distrito Escolar de Anchorage, y español en la Universidad de Alaska Anchorage. Actualmente vive y escribe en Olympia.

 

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