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Paradojas electorales en México: victoria popular y reflotación del neoliberalismo

Con el 53.2% de un total cercano a 62 millones de votos, en las pasadas elecciones de   México ganaron el candidato de centro-izquierda Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y su partido Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) que integraba una coalición de centro-derecha (“Juntos Haremos Historia”). Lograron mayoría relativa en Diputados y Senadores, la Ciudad de México, varias gubernaturas y numerosas autoridades locales. El triunfo desató una euforia poco vista en México, que contagió a personalidades y fuerzas de otros países.

AMLO y MORENA ganaron por una actuación colectiva resultado de la sumatoria de millones de hartazgos individuales, girando el mapa político mexicano al dejar en grave crisis a los tres grandes partidos, el Revolucionario Institucional (PRI), el de Acción Nacional (PAN) y el de la Revolución Democrática (PRD), quedando el PRD y tres de los partidos pequeños al borde de perder su registro, el Partido de Nueva Alianza (PANAL), el Movimiento Ciudadano (MC) y el Partido Encuentro Social (PES).

Dejó en crisis al esquema de alternancia bipartidista PRI-PAN, pactado por las élites en el 2000 y que abrió el camino del Panista Vicente Fox a la Presidencia, así como el ascenso no pactado del PRD al gobierno de la Ciudad de México.

Triunfó la irritación popular acumulada contra las reformas neoliberales privatizadoras, la inseguridad, la violencia y la corrupción rampantes. Especialmente odiosas eran el alza de la energía (de la gasolina, el gas, el Diesel y la electricidad), la reforma educativa punitiva y la laboral que precariza los empleos, aumentando el desempleo y socavando el poder adquisitivo de los salarios.

También contó el hartazgo con la guerra contra las drogas que impuso la “Iniciativa Mérida” a partir del gobierno Panista de Felipe Calderón (2006-2012), pues sólo ensangrentó al país sin frenar, hasta la fecha, el flujo de drogas ni el lavado de dinero. Y por supuesto, estaba a flor de piel la irritación ante evidencias de una corrupción gubernamental y privada desbordadas.

¿Cómo se explica el triunfo popular?

Hubo graves fracturas del Bloque en el Poder, al punto de que ninguna estaba dispuesta a sacrificar su candidato para sumar fuerzas contra López Obrador. Unas hablaban de la situación del país como “maravillosa”, mientras otras fabricaron al vapor alianzas de “centro-izquierda” (PAN-PRD), poniendo en boca de fuerzas derechistas un discurso de izquierda para atraer a los jóvenes.

Desde el Estado, se consintió una violencia generalizada (hubo 56 candidatos asesinados de todos los partidos, 134 políticos muertos ligados al proceso electoral) que apostaba a inhibir la asistencia popular a las urnas. Las cúpulas empresariales que apoyaban a Ricardo Anaya polarizaron en prensa, radio  TV, el ambiente en contra de “la amenaza de AMLO.”

Las campañas políticas y los debates fueron degradados con ataques personalizados, con acusaciones judiciales, asaltos de las tribunas con golpeadores, cierre de espacios para mítines de MORENA, amenazas explícitas a candidatos y a votantes “si no escogían bien su candidato.”

Y los actores populares denunciaron la compra de votos por el PRI, el PAN y el PRD, el uso de programas sociales condicionados al voto por un partido, la manipulación electrónica en redes sociales y los intentos de descalificar el valor estimativo de las encuestas. Pese a todo, la población acudió a votar en masa, repudiando al PRI, al PAN y al PRD.

Cinco paradojas del resultado electoral en México

La conflictividad antes y durante las elecciones, los sorprendentes resultados y el inusitado clima de “civilidad pos-electoral”, explicitaron cinco paradojas. Una, que los operativos de fraude no desanimaron, sino alentaron el voto popular. Estaban acumuladas demasiadas amarguras, para que la población dejara pasar la oportunidad de castigar al PRI, al PAN y al PRD.

La precariedad de la situación económica, las respuestas sociales al “gasolinazo” a mediados de 2017 (ocurridas sin los partidos ni las organizaciones sociales), más las exigencias oligárquicas de contar con un clima de respeto a la ley tras profundas reformas legales neoliberales, explican el freno que se impuso a las fracciones que buscaban consumar el fraude hasta sus últimas consecuencias; por eso, conocido el resultado, la violencia pre-electoral derivó en tersa transición del gobierno.

Al final, AMLO ganó el gobierno, pero todavía no el Poder, por eso el pueblo deberá hundir más el bipartidismo neoliberal, impulsar una reforma fiscal para que pague más quien más tenga y cancelar las reformas estructurales neoliberales. Un poder popular debe asentar el de AMLO.

Dos, la segunda paradoja es que Lorenzo Córdova, Presidente del Instituto Nacional Electoral (INE), primero coincidió con los candidatos panista y priista en el sentido de que las encuestas “no decían nada,” eran “sólo encuestas”; luego, sin dar a conocer las suyas, públicamente anunció que el INE se preparaba “para el más conflictivo de los escenarios: el de una votación sumamente cerrada,” cosa que entonces ninguna encuesta pública mostraba.

Exhibió más su parcialidad aprobando la candidatura “independiente” de Margarita Zavala esposa del panista Felipe Calderón, pese a que tuvo una gran cantidad de firmas apócrifas para registrar su candidatura; y criticó públicamente el desafío de la Fiscalía para los Delitos Electorales (FEPADE) que otorgó el registro al otro “candidato independiente” Jaime Rodríguez, “El Bronco,” en contra de la decisión previa del INE.

Córdova advirtió sobre los peligros para la estabilidad económica y política del país, si “alguien” adelantaba resultados, por eso exigía que todos respetaran su autoridad para fijar los resultados, incluso firmó un convenio con Facebook para controlar la emisión de “fake news” en las redes sociales, justo cuando esa empresa enfrentaba reclamos judiciales en EU por no cuidar sus bases de datos.

Córdova también abandonó la pertinencia del Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP), recomendando el uso de la encuesta menos representativa del “conteo de votos,” supuestamente para tener resultados el mismo día de las elecciones, pero advirtió que no “habría nada antes de las 11 de la noche.”Meade, un estadístico que “no creía en las encuestas,” fue el primero en reconocer el triunfo de AMLO a las 8.40 pm, sobre la base de las tendencias que “su” información le había proporcionado.

Lo mismo hizo Ricardo Anaya, quien casi una hora después que Meade, también sobre la base de “su” información, reconoció que las tendencias favorecían a AMLO y que eran irreversibles.

Sin mencionar lo dicho por los candidatos priista y panista, Lorenzo Córdova confirmó a las 11 de la noche que AMLO era el ganador “con la información disponible al momento.” Así se mostró la crisis de un sistema electoral que fuga información por todos lados, pero cuya crisis fue ignorada y por ello sigue sin resolverse.

Tres, con ese resultado electoral entró en crisis un esquema bipartidista (PRI-PAN) de alternancia en el poder, pero en su lugar emerge un régimen de partido hegemónico (MORENA), con una fuerza que es más que un movimiento pero menos que un partido, y que eventualmente puede llevar al despliegue de otro “bipartidismo híbrido” (MORENA-PAN y PRI,  que serían tres y no dos fuerzas) alternando el poder en los gobiernos de los estados.

El clima de esta transición “civilizada,” también quedó manchado por el proceso electoral en el Estado de Puebla, donde se impuso el triunfo de la esposa del exgobernador Rafael Moreno Valle, pues entre éste y funcionarios del PAN, montaron dispositivos de violencia el día de la elección, compra de votos, agresiones armadas en casillas, alteración de boletas y varias cosas más que debieran llevar a la anulación de las elecciones en el estado. En ese sentido, las elecciones aún no concluyen, ni fueron tan limpias ni ejemplares como se apresuraron a caracterizar los voceros oficiales.

Cuatro, pese a los choques del PRI mexicano y el Partido Republicano de EU durante la renegociación del TLCAN, pareciera que  la relación EU-México-Canadá, correrá ahora por caminos formalmente más complejos y rápidos, pues la autoridad presidencial en EU está cuestionada por amplios sectores populares y fracciones de la oligarquía, mientras  la de México tiene ahora fundamentos más sólidos ante la perspectiva general de un deterioro profundo de las relaciones comerciales entre los tres países, por la “guerra comercial global” que está montando Trump.

Y Cinco, vistas las primeras declaraciones de AMLO y su equipo de “respetar los equilibrios macroeconómicos,” de no subir impuestos y adelgazar al Estado con una “austeridad republicana” (quitando pensiones millonarias a expresidentes y bajando los sueldos de la alta burocracia), la paradójica tranquilidad de los antes asustados inversionistas, se basa en que vislumbran la continuidad del modelo neoliberal extractivista-financiarizado,  ahora con el refuerzo legitimador del desarrollismo y las políticas distributivas, que pueden fortalecer el mercado interno.

Las paradojas son verdaderos desafíos para el movimiento popular y sus tareas de reconstrucción de la soberanía nacional.  En México dimos un gran paso con la conquista de la presidencia por AMLO, pero falta resolver el desastre provocado por el neoliberalismo en México, que ahora pretende “que todo cambie para que todo siga como está.”

Alejandro Alvarez Béjar es Profesor de tiempo completo en la Facultad de Economía de la UNAM.

 

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